dissabte, 8 de març del 2014

Pau Malvido (I)


Alucinados en masa, Pau Maragall
 
El següent article va sortir a l’Star num 26, el 1976. El tema central era la LSD, primer a Barcelona, els llocs, les minories que la van provar i desprès el festival de Granollers 1971, on es va manifestar massivament la psicodèlia. El Pau reflexionava sobre els tipus, la qualitat i els efectes de la LSD i el tall anfetamínic que portaven alguns àcids.





Alucinados en masa.

Alucinados en el sentido más literal: fascinados por imágenes, ideas, delirios y músicas psicodélicas. El LSD corría de mano en mano, rodeado de misterio y euforia. Los primeros grupos de hippies fumadores de hierba y chocolate, mezclados con grifotas, se vieron ampliados en número y en rollo por sucesivas oleadas de alucinados.

 La culminación y también el inicio de la desapa- rición de aquel ambiente hippi-grifota se dio a conocer con “Les Enfants Terribles”, antiguo bar de camareras, cerca de Conde del Asalto, que se modernizó y recogió toda la clientela hippi del Jazz-Colón. “Les Enfants” abrió en el 69 y tuvo un rápido auge. El dueño y la policía controlaban el asunto y la selección del personal era bastante rigurosa. Los “antiguos”, los veteranos del rollo, eran aceptados porque sabían mantenerse a ese nivel de equilibrio entro lo legal y lo ilegal que allí se requería. Gente que controlaba bastante el efecto de lo que hubiesen fumado o bebido y que estaban acostumbrados a hacer frente a cualquier situación de peligro fuese cual fuese su situación digamos espiritual, reaccionando con discreción, rapidez y serenidad. Los muy novatos también entraban porque su ingenuidad era garantía de no peligrosidad Los que estaban a mitad de camino, desmadrados y yendo a más aceleradamente, esos eran los más vigilados y los más desconcertados. 


Se habían lanzado ya al rollo y se encontraban con gente veterana por un lado, hermética, con secretos y complicidades sólidas y algo impenetrables, y por otro lado con jovencísimos demasiado verdes todavía para su gusto. Entonces enloquecían un poquillo, en parte por lo que llevaban encima y en parte para demostrar su nivel de pasada a los “antiguos” y a los novatos. En fin, el clásico rollo de buscarse un lugar dentro de un territorio nuevo, como pasa en casi todas las discotecas, sólo que allí todo era más alucinado. “El Indio” disfrutaba como un animal combinando músicas más y más enrolladas hasta conseguir el clímax entre el personal, entregado aun baile enrollado, personal, intransferible, íntimamente sentido y exteriormente alocado. Al “Indio” acabaron deteniéndole en el mismo local aunque no se pudo demostrar que traficase con droga allí. Todos guardamos un recuerdo agradable de la viveza andaluza psicodélica del Indio.

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